- Las meretrices de Sol afirman que las protestas sociales están acabando con su negocio
- La Policía releva que los efectivos destinados a proteger a estas chicas, ahora están ocupados en las manifestaciones.
- Algunas ‘trabajadoras de la noche’ han decidido unirse a las protestas contra los recortes en educación o sanidad.
- Si no cambia la situación, las chicas creen que deberán irse a ejercer a otro sitio.
La calle Montera siempre ha tenido un aire sórdido. A plena
luz del día, mientras en los comercios de la zona la gente entra y sale con
tranquilidad, decenas de chicas ofrecen su cuerpo a todo aquel que esté
dispuesto a pagar 20 euros por el servicio completo.
Ha sido así durante años. Pero, desde hace un tiempo, algo
parece haber alterado la rutina de la comercial calle madrileña: los movimientos de protesta. Empezó el 15M con su acampada en
Sol. Eso fue solo el principio. La emblemática plaza se ha convertido en el
centro de todas las manifestaciones: la marea verde, las batas
blancas… Todos parecen haber encontrado su sitio allí.
SE ESTÁN QUEDANDO SIN
CLIENTES
Katia ha sido
testigo de cómo la sociedad española ha salido de su letargo y ha comenzado a
reivindicar sus derechos ante la crisis. Ella ejerce la prostitución de 9 de la
mañana a 9 de la noche. 12 largas horas de jornada que ella aguanta con
estoicismo. Va excesivamente maquillada y pide un cigarro con cierta chulería.
“Yo entiendo que la gente proteste. Pero nos está ahogando. Ya nadie quiere
venir aquí por miedo a que le reconozcan. Se van a la Casa de Campo o a algún
sitio a las afueras”, comenta con preocupación.
Tiembla de frío mientras se ajusta una minúscula chaqueta. “Seamos
sinceros: esta no es una zona de prostitución de lujo. La gente que solía venir
aquí es la misma a la que le han afectado los recortes”, continúa. “Por eso no vienen. Tienen miedo a encontrarse con un vecino, con
un amigo…”, relata mientras rebusca en su bolso y saca un espejo para comprobar
la pintura de su cara.
“He visto a clientes habituales con su mujer del brazo
gritando contra los recortes en educación”, cuenta con un mueca de desdén. “Me
parece bien que protesten pero que se vayan a otro sitio. Están matando el negocio”.
MENOS POLICÍAS PARA
PROTEGER A LAS PROSTITUTAS
Según fuentes de la Jefatura
Superior de la Policía Nacional de Madrid, afirma que el mayor problema no
es la pérdida de negocio. “Eso sería algo deseable. Ninguna ciudad quiere tener
prostitución en su centro turístico. En Europa, salvo casos puntuales, este
tipo de prostitución, la de calle, suele estar en la periferia. El problema es
la falta de seguridad para estas
chicas. Los efectivos policiales que antes se dedicaban a controlar la acción
de los proxenetas, ahora se destinan a velar por la integridad de los
manifestantes”, aseguran convencidos.
Perla, o así se
hace llamar, es otra prostituta que ejerce en Montera. “Yo trabajo de noche,
aunque es más peligroso. Ves a muchas chicas atemorizadas por sus chulos, pero yo trabajo por libre”, se
enorgullece.
Su pelo moreno le cubre la cara y se lo aparta con prisa.
“Las chicas están más nerviosas. Los fines de semana por la mañana ya no tienen
negocio y se vienen por la noche. Y las chicas de la noche se enfadan porque
les quitan clientes. Es un círculo vicioso”, dice con enfado. “Además, están
los chulos. Se enfadan y se dedican a intimidar
a las niñas. Esto es un problemón del que pocos son conscientes. Vamos a acabar mal”, vaticina mientras se despide porque ha visto a uno de sus
asiduos.
LA POLICÍA NIEGA EL
ACOSO A LAS MERETRICES
Manuel es un policía municipal
que trabaja en la comisaría de Montera. Sostiene que muchas veces los
manifestantes increpan a las prostitutas y que la inseguridad de la zona no
viene tanto de la mano estas señoritas sino “de los que van a las protestas a
liarla”. “Antes era una zona mucho más tranquila. Es cierto que teníamos que
intervenir si veíamos que alguna estaba siendo acosada por algún cliente o por
su proxeneta. Pero eran casos puntuales. Los movimiento 15M, sobre todo, trajo mucho más problemas a los vecinos y comerciantes”, expone la
autoridad del que conoce bien sus funciones.
No da mayor importancia a las acusaciones de acoso
que muchas prostitutas han decidido presentar contra la Policía. “Siempre te
expones a eso cuando haces tu trabajo. En algunos sitios puede pasar, pero por
lo que yo he visto en Montera, a ellas se les trata con corrección y educación.
Esta denuncia, aquí, no es justa”,
explica firmemente.
LAS PROSTITUTAS
INDIGNADAS
No todas las que ejercen en esta calle están de acuerdo con
ello. Esmeralda llegó hace 4 años de
República Dominicana. Al no encontrar trabajo decidió vender su cuerpo. La vida
es dura, dice, pero “permite llegar a fin de mes”. “Al principio era peor. Un tío en Barcelona
me ofreció protegerme a cambio de dinero. Acepté por miedo pero me explotaba,
me pegaba. Ese desgraciado acabó detenido por un tema de droga y yo me mudé a
Madrid y empecé a trabajar por mi
cuenta”, comenta con el horror todavía se refleja en su mirada.
Quizá por ello no dudó en unirse al movimiento indignado cuando surgió en Sol. “Es
cierto que hay menos clientes, pero no podemos permitir que nos arrebaten
nuestros derechos”, se exalta. Un grupo de mujeres creó, hace ya un año, las “Prostitutas indignadas”.
Días tras día se manifiestan
en las zonas que ocupan en las distintas ciudades españolas. Montera, como no
podría ser menos, es una de las áreas favoritas para reivindicar que se regularice
este oficio y que se reconozcan de manera efectiva los derechos
de este colectivo.
“Si no protestamos nosotras, ¿quién lo va a hacer? Ya no
solo por los intereses que nos afectan directamente, como nuestra regularización y que nos permitan
entrar a formar parte del Sistema Nacional de Seguridad Social. También debemos pelear por evitar los recortes en
sanidad porque si los clientes no
están sanos, nosotras corremos más riesgos. O por la educación, para que nuestros hijos puedan formarse y no acabar
haciendo la calle como nosotras”, explica
con convicción mientras un grupo de mujeres la rodea y la aplaude con
entusiasmo. “Yo soy un poco la ‘líder sindical’ aquí”, sonríe.
Nadie sabe qué deparará a estas chicas de la noche. Dicen
entender las protestas pero a pesar de todo lo tienen claro: o la situación
cambia o se irán a otro sitio a trabajar. “Aquí no tenemos futuro”.
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